Este lunes en la escuela conmemoramos que el 2 de abril de 1982, el último gobierno militar de facto inició el desembarco de tropas en nuestras islas Malvinas, usurpadas por Inglaterra desde 1833.
Mediante este acto que reafirmaba la irrenunciable soberanía nacional sobre los territorios australes ilegítimamente ocupados por los Ingleses, la dictadura intentaba ocultar la gravísima situación social, política y económica a la que había conducido su gobierno desde el 24 de marzo de 1976 fecha en la cual derrocó al gobierno democráticamente elegido.

El 14 de junio de 1982, la guerra finaliza con la rendición de la Argentina y con un saldo de 649 soldados argentinos muertos, la mayoría de esas muertes producidas al hundirse el crucero General Belgrano cobardemente atacado por la aviación inglesa fuera de la zona de conflicto. Se considera que la derrota militar desencadenó el fin de la dictadura.
El 22 de noviembre de 2000 el gobierno nacional instituyó el 2 de abril como el Día del Veterano y de los Caídos en la guerra de Malvinas y el 2 de agosto del 2002 se promulgó la Ley 25.633 que estableció el 24 de marzo como Día por la Memoria la Verdad y la Justicia.
Malvinas representa un reclamo justo por un territorio usurpado y la historia de una guerra librada en el contexto de una dictadura que dejaba tras de sí desolación social, crisis económica, oscurantismo cultural, deterioro de las instituciones y la triste e ignominiosa desaparición de personas que por siempre será un estigma en nuestra historia como nación.
Pero Malvinas también es la eterna memoria de los soldados que dejaron sus vidas en aquellos montes desolados y fríos, y desde entonces son permanentes centinelas de aquello por lo que lucharon, pero también la memoria de los que nos fueron dejando durante estos años, muchos de ellos fruto del olvido por parte de quienes tenían delegada la función de cuidar de nuestros héroes, y el reconocimiento y la eterna gratitud hacia nuestros veteranos, héroes y testigos vivientes de aquella gesta y cuya presencia nos llena de emoción y de orgullo en cada acto patrio.
Recuperar aquella parte de nuestra historia es necesario porque nos llega hasta acá no solo como recuerdos sino como huellas reconocibles de nuestro presente y debe impulsarnos a reafirmar nuestro compromiso en el desarrollo de una educación en la memoria como aporte fundamental para construir una sociedad en la que la verdad, el sostenimiento firme del ejercicio de la democracia, la defensa de la soberanía y el respeto por los Derechos Humanos sean políticas de Estado.